La nostalgia se acrecienta tras cada paso, ayer, recorrí por última vez aquellos caminos mágicos hechos en piedra construidos hace más de doscientos años, hoy, tengo que partir, llegó el momento de bajar de la Sierra, llegó la hora de dejar esta Ciudad Perdida. Una parte de mí quiere quedase, tener el privilegio de contemplar estos maravillosos paisajes día tras día, ocupar mi vida en cosechar, pescar, jugar con los niños, enseñarles algunas cosas, vivir en la sencillez, de modo natural, observar a la luna y a las estrellas para planificar en vez de mirar los números de un reloj y un calendario, tener como jefe la armonía y el bienestar de la comunidad de la que soy parte y de la naturaleza en la que vivo, esto, realmente es como el paraíso; abajo me esperan las suaves arenas blancas que custodian un mar azul turquesa, así, contemplando esa delgada línea que divide la profundidad del mar y la infinidad del cielo, cerraré con broche de oro esta inolvidable expedición. Hace algunos meses llegué aquí, vine en búsqueda del corazón del mundo, subí a esta majestuosa montaña (la más alta de la tierra a orillas del mar) en compañía de un grupo turístico, como nunca me gustó el plan de conocer algún lugar siguiendo la línea amarilla, decidí extraviarme del grupo, subí con ellos para poder contar con el permiso de los nativos; afortunadamente algo de mí conectó con ellos y me permitieron quedarme, en el fondo, ambos supimos que había un noble propósito de parte y parte.
Cambiar este hermoso
panorama por el lugar de donde provengo resulta algo triste, volver a esa
grisácea ciudad invadida por el smog, atiborrada de anuncios de toda clase y
vehículos trancados haciendo ruidos por el tráfico, multitudes de personas que
caminan a toda prisa sin siquiera mirarte, el estrés de los demás salta por
todas partes, y aunque salgas tranquilo de tu casa, resultas estresándote;
prefiero perderme entre los árboles de esta selva, rodeado de monos,
serpientes, mariposas y aves. (Suspiro) Aun así, siento en mi corazón que tengo
una gran responsabilidad, todo lo que he aprendido aquí, no tendría mucho
sentido si lo atesoro solo para mí.
Estos grandes sabios de
la naturaleza dicen haber estado aquí desde la creación del mundo; hace más de
doscientos años tuvieron que ocultarse entre las selvas del norte de esta
sierra tras la llegada de los conquistadores, gracias a ello, pudieron
conservar sus costumbres sin ser contaminados por la civilización, son los
herederos de una valiosísima cultura ancestral y todos sus conocimientos.
Desafortunadamente, el destino de las tribus que quedaron en la planicie fue
muy diferente, los que no fueron masacrados, fueron esclavizados y obligados a
cambiar sus creencias, dejaron de adorar a la luna, al sol y la montaña para
tener que arrodillarse ante la imagen de un hombre muerto y ensangrentado
clavado en una cruz de madera, un símbolo bastante tétrico para quiénes solían
venerar al árbol, al río o a las estrellas; junto con esas creencias,
lamentablemente se fueron sepultando con los años nuestra devoción, profundo
amor y respeto por la naturaleza, (bueno, no se podía esperar otra cosa de una
religión extranjera que proviene de tierras áridas, de paisajes desérticos); es
por eso que, estos respetables nativos vestidos de blanco y sombreros de pico,
se hacen llamar “Nuestros hermanos mayores”, son quienes cuidan al planeta y a
la humanidad (nosotros, los hermanos menores) desde este lugar sagrado, son los
guardianes de la tierra.
Después de algunos días,
pude conocer “El corazón del mundo”, es uno de los picos de la sierra, llamado
en su lengua Gonawindúa, ellos son los encargados de proteger este lugar sagrado,
pues dicen que si este se desequilibra, afectará todo el mundo; para ellos,
todo es equilibrio y armonía, y si rompemos con ello, es cuando se producen los
terremotos, inundaciones, sequías, y demás, por eso, cuando ocurre un desastre
ecológico en alguna parte del mundo, las
autoridades espirituales de esta comunidad hacen grandes marchas que
llaman “pagamentos” que son como ofrendas, con el fin de restaurar el
equilibrio del planeta y devolverle lo que se le quitó, estos pagamentos pueden
ser de todo tipo, desde conchas hasta cuarzos.
Lo más asombroso y
admirable que descubrí compartiendo con esta maravillosa comunidad, es que no
hacen nada sin el previo permiso de los espíritus de la naturaleza, es decir,
no siembran, no cazan, no construyen, no pescan, no cosechan, sin su
consentimiento. Para ellos, cada planta tiene un espíritu diferente, el agua,
tiene un espíritu también, igualmente la tierra, ella siente, y los árboles
también sienten cuando les hacen daño, dicen que somos hijos de la tierra, por
lo tanto los árboles son nuestros hermanos y debemos cuidarlos, que los ríos
deben fluir, no ser apresados, pues ellos son las venas del planeta, eso sería
como si nos hicieran un torniquete en una de las extremidades, también, creen
que al extraer los minerales del suelo igualmente lastimamos a la tierra, pues
ellos son como su esqueleto, como para nosotros los huesos. Cada comunidad
cuenta con un Mamo, él es el
encargado de comunicarse con los espíritus para pedirles permiso, es el guía,
quién dirige las actividades de todos, también usa la telepatía para
preguntarle a las plantas, resinas, piedras y minerales, si puede usarlos como
medicina.
Son muy pocos los indígenas
que dominan el castellano, la mayoría se comunica en su lengua nativa, me
esforcé bastante para memorizar algunas palabras claves al convivir con ellos
durante este tiempo, palabras como por ejemplo: ni: agua, kalu-ue: fruta,
Saki: ¿cómo?, Beiakse: animal, mani:
¿dónde?, kati: trampa, jane: malo, janci-re: bueno, musewa: buenos
días, zenyale: gracias, luzangayance: de nada, en fin. Me
aseguré de resolver todas mis dudas con mis amigos bilingües, lo que más me
interesaba saber era por supuesto, su cosmogonía, sus creencias y ritos, su
organización, y saber cómo eligen a los Mamos
y cómo ellos aprenden todas esas habilidades que los caracterizan. Por
supuesto, no fue tan sencillo conocer el misterio, pero al final, me contaron
todo el proceso: El Mamo, el actual guía de la comunidad, elige de entre
los niños más pequeños aquél que tenga una estructura diferente, ciertas
cualidades especiales, (supongo que los espíritus también le guían en eso);
cuando el infante cumple cinco años, el Mamo
le lleva a hacer un recorrido por el territorio, en donde podrá conocer todos
los lugares sagrados, allí le enseñará a meditar en el mundo natural y
espiritual, luego, vivirá en una cueva, en donde solo podrá ir su madre a
visitarlo por la noche, el aprendiz permanecerá allí adentro entre nueve y
dieciocho años sin relacionarse con el mundo exterior, no verá los árboles ni
los pájaros, ni siquiera la luz del sol, de esta forma dedicará su tiempo a
elevar su conciencia hasta conseguir ver la realidad y dejar el mundo de la
ilusión en el que vivimos todos. Durante su preparación, desarrollará la
telepatía, con la que podrá comunicarse con todos los seres vivos; en esta
cultura, se cree que todo lo que podemos percibir con nuestros sentidos, no
existe, es solo una ilusión creada por nuestra mente, pero el poder de creación
no se encuentra en el cerebro, se halla en el corazón, y la fuerza que mueve a
ese corazón la llaman Aluna, y es
precisamente de este Aluna desde
donde le llega la información al Mamo,
porque el corazón está conectado con la fuente, con el origen del universo.
Ha sido bastante valioso
para mí esta corta estadía en este bello paraíso. Siento que aprendí muchísimo
con mis “hermanos mayores”, también, se encendió en mí un fuerte deseo y una profunda
necesidad de proteger al mundo, así como ellos, solo que creo que a mí, me
corresponderá hacerlo desde allá abajo, despertando la conciencia de las
personas “civilizadas” que a diario lastiman despiadadamente a Zerancua, el espíritu de nuestra madre
tierra. Nos falta educación, tener más conciencia de cada cosa que hacemos y su
impacto con el medio ambiente, nos hace falta recordar como sentían y se
conectaban nuestros antepasados con la naturaleza, entender que ella también
siente. (Suspiro) Aún no tengo idea como encaminar mi nueva misión, tal vez
cuando me encuentre envuelto entre el smog y el bullicio, y mi espíritu extrañe
a la Sierra, surgirán ideas para transformar mi entorno, desde lo más profundo
de mi corazón, allí, en esa jungla de asfalto y humo de donde provengo.